La presencia que deja huella: vínculo y crianza desde los primeros años

Cuando pensamos en la infancia, solemos imaginar juegos, risas y pequeños descubrimientos diarios. Pero detrás de todo eso, hay algo aún más profundo: la presencia y el vínculo que los padres construyen con sus hijos desde los primeros años de vida. Esa presencia —hecha de miradas, abrazos, rutinas y escucha— es el hilo invisible que da seguridad, confianza y sentido de pertenencia a un niño (Bowlby, 1988).

Los bebés y los niños pequeños no necesitan padres perfectos, sino padres presentes. No se trata solo de estar físicamente, sino de estar con la mente y el corazón puestos en ese instante: acompañar una carcajada en el juego, sostener un llanto con paciencia, inventar un ritual antes de dormir. Estos gestos sencillos van tejiendo un apego seguro, una base emocional desde donde los hijos aprenderán a explorar el mundo sin miedo (Ainsworth, 1979).

Las rutinas, lejos de ser rígidas, se convierten en un refugio. Saber que después de la cena viene el cuento, que por la mañana hay un abrazo antes de salir, o que papá o mamá estarán ahí a la hora de dormir, les da a los niños estructura, previsibilidad y calma. En medio de un mundo que a veces puede ser caótico, esa estabilidad les permite crecer con confianza (Evans & Porter, 2009).

El juego también es parte esencial del vínculo. No solo entretiene: conecta, fortalece la comunicación y despierta la imaginación. Jugar con los hijos es entrar a su mundo, reconocer su manera de ver la vida, y al mismo tiempo enseñarles valores tan importantes como el respeto, la cooperación y la paciencia (Ginsburg, 2007).

En definitiva, la presencia y el vínculo en la crianza no se miden en la cantidad de horas, sino en la calidad del encuentro. Un niño que se siente visto, escuchado y amado desde temprano, lleva consigo un tesoro que lo acompañará siempre: la certeza de que tiene un hogar emocional al cual volver, sin importar la edad que tenga (Siegel & Bryson, 2011).

Una invitación

En el día a día, entre el trabajo, las tareas y las prisas, a veces olvidamos lo esencial. Por eso, hoy quiero invitarte a regalarte —y regalarle a tu hijo/a— unos minutos de verdadera presencia cada día. Apaga el celular, mira sus ojos, escúchalo/a, juega con él/ella. Tal vez para ti sea un instante, pero para tu hijo/a puede convertirse en un recuerdo eterno. Porque al final, lo que más nutre su corazón no son los grandes planes, sino esos pequeños momentos de conexión auténtica que dejan huella para siempre.

Referencias bibliográficas

  • Ainsworth, M. D. S. (1979). Infant–mother attachment. American Psychologist, 34(10), 932–937.

  • Bowlby, J. (1988). A secure base: Parent-child attachment and healthy human development. Basic Books.

  • Evans, G. W., & Porter, C. L. (2009). The emergence of human resilience: A developmental perspective. Zero to Three.

  • Ginsburg, K. R. (2007). The importance of play in promoting healthy child development and maintaining strong parent-child bonds. Pediatrics, 119(1), 182–191.

  • Siegel, D. J., & Bryson, T. P. (2011). The Whole-Brain Child. Random House.

Ps. Daniel Trujillo Torrealva

Licenciado en psicología por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Magíster en Educación por la Universidad Andrés Bello de Chile. Magíster en Neuropsicología por la Universidad Europea de Madrid. Máster en Mindfulness y en psicología Infantojuvenil por la Universidad de Zaragoza. 

Psicoterapeuta familiar y experto en neurodiversidad e inclusión. Psicoterapeuta familiar y de enfoque cognitivo conductual. 

Ha liderado equipos psicopedagógicos en colegios y universidades creando programas preventivos e intervenciones para el desarrollo socioemocional de niños, adolescentes y familias. Es fundador y director de Tándem Psicólogos y docente de la Facultad de Psicología de la UPC. 

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